Mientras fumo un cigarrillo y miro la entrada anterior, pienso en J, que al revés será una interrogación quizás. Me acuerdo cómo hablaba antes y que hoy al trabajar con locos encuentra lo serio y delicado de su personalidad. A todos les envía un saludo, y se estremeció, me contaba, cuando los vio por entre la cortina de hierba, cómo han cambiado, me dijo.
Bueno, mi cáncer anda mejorando y ahí es donde verdaderamente empieza el pensamiento, acariciando la sombra, proyectada a mis pies, de la muerte. Lo mencionaste: EL INSTANTE. Qué palabra más hermosa. Aún hoy, me pregunto si el cáncer de mama no es producto de tantos hombres que se pegaban a mis senos como niños asustados buscando un refugio a su angustia en la inmensidad de la Vía Láctea. El cáncer si es contagioso. La suerte que hay que correr siendo mujer en medio de tantos hombrecitos que buscan quien les espante los fantasmas en la oscuridad o les reitere que su maestra interiorizada se equivocó, que hicieron las cosas bien, no hay quien te acuse, y tu castigo por hacer algo espontáneo, humano, del instante, no existe.
Ya saben ustedes que me gusta en supremacía el sexo, me encanta mirar los ojos de los hombres cuando van a llegar. Al infiel, que durante todo el acto la culpa no lo deja disfrutar siendo él mismo, parece llorar, y en ese INSTANTE una fuerza superior a él, la de su humanidad, lo extasía, lo extrapola, lo metastasea. Sin importar qué pueda pasar renuncia a su vida, le importa un pepino si se muere, si me deja embarazada, si se contagia de una venérea (existencial o física). Sí, yo soy la misma Venus en ese instante, se olvida de sí y de su amada. Desprecia su vida por un segundo ¿un segundo de qué?
¿Cómo no hablar de ese momento como algo sublime, trascendental? La culpa, siempre intenta robarse el éxtasis, el placer, el arte. He visto hombres que en su momento hicieron algo trascendental, despreciando su vida.
Sé que la vida y su conciencia nos arrojan a la cinemateca temporal, pero es curioso que en nada podemos recopilar la vida de los hombres, en ningún libro podremos escribir los días enteros de una persona, paradójicamente todo es un resúmen de instantes y a quien le importa ver un día normal de Chaplin. Pero éstos conducen a la metástasis de la cual viven los productores.
Yo no digo más, voy a caminar y ¿a quien le importa eso? El artista es quien transforma esos momentos en instantes, qué utilitarista y morboso.
“Cuando odiemos realmente la literatura, ese día escribiremos en verdad”
Nietzsche.
eso creo que dijo…bueno y a quién le importa. fumo.

~ por patriciacoen en octubre 14, 2009.

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